Yo no iba al antiguo Carlos Tartiere. Nací en el 90, pero mi padre tenía otros colores. Mi padre era sportinguista. Y además, yo era una niña. Quién iba a pensar que aquello del fútbol iba en serio y no era más que la simple atracción de una cría pequeña por aquella esfera resbaladiza a la que llamaban pelota.
Un par de veces al año venía a casa un viejo amigo de papá, lo hacía en silla de ruedas, pero podía llegar más alto que nadie si se lo proponía. Era, es y siempre será carbayón. Me regalaba libros y se reía de mi padre diciéndole que la niña le saldría del Oviedo. No le costó ningún esfuerzo. Por aquél entonces, con ocho añitos, descubrí también el maravilloso mundo de la radio. Un autógrafo de Raúl González Blanco, un radiocassette y un balón eran los regalos de comunión que guardaba en mi habitación como oro en paño. Poco tardaron en llegar las porterías en el jardín, y sí papá, para entonces ya era del Oviedo. Sintonizar la radio todos los fines de semana bastó. Gol en el Tartiere. Eran interminables los 6 o 7 segundos que tardaban en decir quién había marcado, pero la pasión, la ilusión y el sentimiento que recorrían mi cuerpo durante ese tiempo eran indescriptibles. Era del Real Oviedo. A veces, cuando íbamos a cenar en familia a la Flor de Galicia, pasábamos o aparcábamos cerca del antiguo Carlos Tartiere. Era la niña más feliz del mundo, no podía imaginar cómo se sentían los que acudían cada domingo. «Papá, tienes que traerme… por favor.» Su respuesta siempre era evasiva, sé que pensaba que se me pasaría.
Ahora tengo veintidós años, y cometo más locuras por el Real Oviedo que por amor. O quizá sea lo mismo. No recuerdo la primera vez que pisé el Tartiere porque desde pequeña y gracias a la radio he tenido la sensación de que siempre he estado allí. Vivir en Madrid no me ha hecho alejarme, sino que, como de todo lo que uno deja en Asturias cuando se va, ha hecho que me enamore más de él. Tenerife, La Roda, San Sebastián de los Reyes, Getafe, Toledo, Bilbao, Valdebebas, Leganés, Alcalá, Zamora… Tú dime dónde, y yo voy. ¿Qué nos mueve? El frío, el cansancio, los kilómetros, el dinero… Los sentimientos; sólo se puede ser del Real Oviedo sintiendo. La serie de desdichas económicas y deportivas que hemos sufrido en estos últimos diez años sólo ha servido para una cosa buena: todos los que decían ser, pero no eran, ya no están. Sólo quedan los de verdad, y son muchísimos.
Las cartas de Michu, Cazorla, Adrián y Mata de esta semana en #OVDWeek son «sólo» cuatro testimonios, cuatro historias. Seguro que todos nosotros conocemos alguna más de los cientos de niños que han soñado, y otros tantos que sueñan, con vestir esa camiseta. Muchos los que en estos diez últimos años, han pasado momentos muy duros, con duchas frías, balones duros y campos de entrenamiento como barrizales. Muchos los que han hecho del Real Oviedo su vida. Siempre he querido ser uno de esos niños, sabía que no era posible… y ahora sólo tengo una meta en esta vida: que mis hijos sientan lo que yo sentí, y lo sientan desde dentro. Que sueñen y se ilusionen, que cada domingo vibren y que acudir al Carlos Tartiere les haga sonreír como su madre lo hacía dando brincos por su pequeña habitación abrazada a la radio.
Hoy soy socia, y también accionista. Mi hermana a sus doce años es del Real Oviedo y su ídolo no es otro que Michu. Su regalo de cumpleaños serán cuatro acciones que la harán la niña más feliz del mundo. Mi simpatía por otros equipos acabó cuando tuve edad suficiente para comprender qué era el fútbol moderno. Y lo mejor es que sé que mi padre está orgulloso de mí. Sueño con ser periodista, pero si os soy sincera, y que esto quede entre nosotros, sólo sueño con poder ejercer mi profesión alrededor del Real Oviedo. Por todo eso y más, Real Oviedo, te necesito.
He intentado no hacerlo, pero he llorado desde la primera hasta la última palabra que he escrito. Creo que lo llaman… Oviedismo.
Madre mía de mi vida….yo sí que he llorado leyendo tu carta…no te conozco, pero ojalá pronto pueda compartir contigo la pasión común que nos mueve, el Real Oviedo….
[…] de @Maria_SuarezG https://elgoldeplata.wordpress.com/2012/11/06/por-que-te-necesito-real-oviedo/ Yo no iba al antiguo Carlos Tartiere. Nací en el 90, pero mi padre tenía otros colores. Mi padre […]
Tu molas. Tenemos el mismo sueño.
27, 27 años tengo y me has hecho llorar como un niño. Yo si viví «algo» del viejo Tartiere, tan lejano ya… Mi padre siempre es y ha sido del Madrid, no es de Oviedo, no es Asturiano, por eso lo entiendo, pero a él le costaba que yo quisiera ir al fútbol al Tartiere. Desde los 9 años he ido siempre, o con algún amigo de mis padres, o a partir de los 13 o 14 años solo o con compañeros de colegio y por eso tambi´tn entiendo bien lo que has podido sentir. Que yo recuerde, mi padre solo ha ido al Tartiere una vez en mi toda mi vida, el partido de promoción contra el U.D. Las Palmas y sé que disfrutó mas por mi que por el partido mismo por eso nunca le pedí más.
Recuerdo con cariño los partidos de copa en el viejo Tartiere, casi vacío, De noche, lloviendo… eso no se paga con dinero, creeme.
Un muy buen articulo, te felicito de corazón
Pufff. A mí también me has hecho llorar, la madre que te parió. Yo también recuerdo con cariño el viejo Tartiere, apretujados como sardinas, el olor a puro… Ahora conservo el asiento que mi padre eligió en el nuevo Tartiere y mi hija mayor empieza a seguir tus mismos pasos.
Hoy más que nunca ¡HALA OVIEDO!